Seguramente habrás visto en alguna ocasión que los tenistas profesionales, a veces, han seguido jugando tras romperse alguna de las cuerdas de sus raquetas. Es de esas situaciones que pueden pasar inesperadamente en pleno juego, y que nos pueden pillar desprevenidos. Sin embargo, el uso de una raqueta deteriorada hará más mal que bien, tanto a la propia raqueta como a tu rendimiento en la pista y hasta a tu salud. ¿Quieres saber por qué es importante sustituir las cuerdas rotas lo antes posible? ¡Sigue leyendo!

MÁS DAÑO PARA LA RAQUETA

Al romperse las cuerdas, la tensión que debe haber en el conjunto del marco de la raqueta se desequilibra, ya que las otras cuerdas que no están rotas ejercen una tensión desigual. Esto va a provocar que el marco de la raqueta se empiece a doblar llegando a deformar la raqueta o, en el peor de los casos, rompiéndose el marco del todo.  

AUMENTA EL RIESGO DE LESIÓN

Si el motivo anterior no te ha parecido lo suficientemente convincente, ¿qué opinas si te decimos que también puede ver involucrada tu salud?. Cuando el cordaje de la raqueta está roto, vas a notar mucho más la vibración que se produce con el golpe de la pelota. Aunque no lo parezca, estas vibraciones son negativas para tu brazo, lo que puede desembocar en una lesión que comprometa tu futuro como tenista aficionado o profesional. 

Y pese a que unas cuerdas demasiado tensas pueden producir lo que se conoce como “codo de tenista”, es decir, la inflamación de los tendones que unen los músculos del antebrazo y la parte externa del codo, no significa que unas cuerdas flojas sean lo recomendable.

DISMINUYE EL CONTROL DE LA PELOTA

Parece obvio que con las cuerdas rotas, el golpe será el principal afectado, ¿verdad? La sensación de control por parte del jugador se verá menguada en cada tiro con el cordaje roto, la falta de tensión y el descoloque de las cuerdas con cada golpe. Esto se traduce en una mayor dificultad para mantener la pelota en la pista y realizar un juego limpio y preciso. 

PÉRDIDA DE CONFIANZA EN EL JUEGO

Ligado al motivo anterior, si no podemos golpear la pelota correctamente, la confianza en nuestro juego va a ir disminuyendo, porque vamos a tener que estar pendientes de controlar aún más la pelota. Esto puede distraernos y mantenernos mentalmente dispersos, dificultando que nos centremos en lo que únicamente debería importar: ¡disfrutar en la cancha y dar lo mejor de nosotros mismos!